viernes, 3 de junio de 2016

Texto recuperado de Facebook.

Ayer cerré un ciclo de mi vida. Me volví a mudar, pero esta vez me mudé de verdad, no como la vez pasada que me fui -literalmente- a la vuelta de la casa.

Esa vez el cambio drástico consistió en que por primera vez en mi vida viviría con alguien que no fuera parte de mi círculo familiar, además de que, también fue la primera vez que tomaba una decisión sobre lo que más me convenía por mi misma, con el apoyo de mi madre y hermano, pero sin su supervisión, e incluso un poco sin su aprobación, pues temían que yo no pudiera adaptarme a la convivencia con alguien más. Yo igual lo temía, esa idea que ellos tenían, o tienen de mi -no lo sé a ciencia cierta- no es de a gratis, siempre fui una persona muy "fastidiosa", empleando el vocabulario de mi madre, pero creo yo que la adecuada sería en realidad intolerante, si la gente que convivió conmigo en la etapa previa a mi llegada a Mérida lo llegó a saber o no, lo ignoro, nunca me lo dijeron y nunca lo pregunté.

Vivir solo te cambia, y más aun si descubres que te gusta, a mi me encantó, yo ansiaba vivir sola desde mucho antes de hacerlo y fue todo lo que siempre quise. Y es que lo que quería era muy simple, quería silencio, quería calma, quería tranquilidad, cosas que nunca tuve en casa, porque papá era (y aún es) un imbécil, machista, retrogrado, paranoico y mil cosas negativas más, tantas que los poquísimos adjetivos buenos que se le pueden adjudicar no bastan ni siquiera para respetarlo tantito, mucho menos para quererlo. Así que sí, cuando comencé a vivir sola, cambié, perdí parte de aquel miedo con el que crecí, no todo, por supuesto que no, es difícil deshacerte de tantas miedos aprendidos, que ni siquiera sabes que están allí. Me conocí bastante, no solo a través de la soledad, sino también con ayuda de mis nuevos amigos, y resulto que no me desagradaba del todo, que incluso a veces me caía bien, y eso fue toda una revelación. A pesar de eso no confiaba en mi, al menos no para vivir con alguien más, durante mi estadía en mi primera casa, tuve la oportunidad de mudarme con amigas, primero Fanny, luego Natalia, incluso con Vanessa, cuando llevábamos poco de conocernos, pero por diversas razones esas mudanzas no se dieron.

Una de las razones que siempre me frenaba era que no creía poder con la convivencia, tenía miedo de que las cosas no fueran a funcionar por mi egoísmo, por mi intolerancia, por mis manías. Peor aún, estaba segura de que no funcionaría, porque sabía por fuentes fiables: mamá y José, que yo era en extremo difícil de tratar. Posteriormente pasó en casa todo lo que tenía que pasar con papá, y el dinero se volvió un problema, además Vanessa quería mudarse, y aparentemente quería vivir conmigo, así que a pesar de que aun desconfiaba de mi, evalué la situación y me fui a vivir con ella.

Hicimos ocho meses juntas, y creo que nos fue bien, no sé que pensará ella, pero yo creo que nos fue bien, al menos tan bien como nos pudo ir dadas las circunstancias. No tuvimos problemas de convivencia, y creo que me supe comportar como un ser humano decente, sino todo el tiempo, al menos la mayor parte de este. Logré además estar tranquila y me di cuenta que la tranquilidad no esta en la soledad, sino en la elección adecuada del con quién compartir y formar el hogar. Hice muchas cosas mal, eso no lo voy a negar: no soy una persona muy limpia, debido a mi permanente estado de desidia, además mi memoria falla y tiendo a olvidar cosas, lo cual sé que es molesto, tiendo a encerrarme en lo que estoy haciendo e ignoro lo que se me dice, no tengo reflejos, ni agilidad, lo cual igual reduce mi capacidad de acción, pero a pesar de todo eso, al parecer no se harto de mi.

Esa mudanza salió bien, y es una de las pocas cosas que he hecho bien en mi vida, ahora espero que a esta le vaya igual, porque ahora no solo me mudo con más personas, sino que además me he movido al otro lado de la ciudad. El adaptarme ya no es algo que me aterrorice, creo que lo podré hacer, porque son Miranda, Lorena y Vanessa, y estoy segura que con ellas todo saldrá bien. Con Miranda ya he vivido, no tanto como con Vane, pero lo hemos hecho, nos conocemos, coincidimos en demasiadas cosas al grado de que ignoro en qué diferimos en cuanto a opiniones. Con Lorena, aun debo descubrir muchas cosas, en el aspecto de la convivencia en el día a día, pero estoy segura de que todo irá bien, así que no me preocupo.

Confío en que las cosas irán bien, al grado de que accedí, contra todo pronostico, a moverme a este rincón alejado de lo que ha sido Mérida para mi en todo este tiempo, alejado del centro, que me conozco de memoria, que he recorrido básicamente en todas las horas del día. Me costó, hacerme a la idea, es el lugar en el que más tiempo he pasado aquí en Mérida, fuera de mi propia casa, he trasnochado más de una vez allí, y no le tengo miedo al mercado, en donde he cenado a altas horas de la noche con Andrea. Mérida para mi siempre ha sido eso, el centro y la gente que odio porque es una marea humana, los parques en donde se puede estar horas sin aburrirse, si se esta con la gente correcta, la biblioteca central, refugio con aire acondicionado, agua, baños limpios y libros, el subway, en donde en nuestra época de pudientes fuimos casi diario Andrea y yo, los lugares de comida china, de los que me atrevo a decir que he comido en todos y cada uno de ellos, incluso en ese puesto chiquitito que esta por piñatas, en donde una vez nos decidimos a comer Alondra y yo porque moríamos de hambre y éramos muy pobres, Paparazzi pizza, otro lugar en donde nos reunimos mil veces, porque según era la pizza barata, y puedo seguir con más lugares de comida, porque ya saben en el centro estas opciones son infinitas, y porque es en esos lugares en donde nos hicimos mil horas, hablando y comiendo, como debe ser.

Podrá parecer que hago mucho drama, el centro no va a desaparecer, ni mucho menos a cambiar solo porque ahora vaya yo a vivir en Francisco de Montejo, pero mi movilidad si lo hará. Mis tiempos cambiaran, ya no podré simplemente decir: total me voy caminando, ahora estaré pendiente de mi camión, ir a los lugares me llevará más tiempo, volver a casa de noche estará condicionado por un horario que ya no será el que me de la gana. Si bien es cierto que podré seguir aplicando la de irme caminando, porque amo caminar, no lo haré siempre, porque no conozco estos rumbos y no sé que tan peligroso sea, pero imagino que más que mi antigua colonia si lo es. Porque por estas calles la gente mayor no sale a tomar el fresco, como lo hacen sobre la 56, porque por estas calles es probable que ni vea a mis vecinos, cosa que sé solo viendo sus casas, y la zona en la que estoy, mientras que allá, aunque nunca les hablé los veía y ellos a mi, y sabía que me conocían, como llegaron a probar sus escasos intentos de conversación conmigo.

Fuera del asunto geográfico, que como pueden ver me tiene un poco (muy) inquieta, creo que todo irá bien, debe irlo, estaré con ellas, a quienes amo y adoro, visiblemente más que a mi propia comodidad. Cambiaré y aun no sé que tanto, pero sé que será para bien.

*Ahora si me disculpan debo ir a seguir desempacando*

2 de Junio del 2016

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