miércoles, 27 de julio de 2022

Escrito en la librería católica #1

 Cruelty was the first thing I learned at home. Or maybe that's wrong, maybe it wasn't cruelty but horror, or sadness, or perhaps it was fear. I think it must have been fear. I was never safe growing up, I lived in a constant state of fear during 20 years, no wonder I'm so messed up. I know I've been 10 years living in other city, but I still carry with me all of that. I don't know how to let go, I don't know if I want to leave that behind, because, What if the world it's worst outside this personal hell of mine? 


Freedom sounds terrifying.

¿Nuevas entradas?

El fin de semana mi pareja tuvo un art attack porque llevaba rato queriendo ponerme unas repisas, que según el me hacían falta. Una cosa llevó a la otra y cuando vi me estaba ayudando a ordenar y mover por completo mi cuarto y dado que el es una persona muy practica empezó a hacerme sacar cosas que no me fueran útiles y más porque ya vio que soy acumuladora. Sin embargo eso no es precisamente de lo que quiero hablar en esta entrada, sino de que en el estar removiendo vio que tengo muchos papeles sueltos de notas y cosas que escribo en el trabajo y luego traigo a casa. Me pidió que revisará cuales aún me servían y cuales no para que me deshiciera de los que no me eran útiles. 


De mis papeles tiré muy pocos, porque muchas son notas que según yo estoy pasando a limpio desde hace mucho, son de lecturas hechas en la librería católica donde trabajo. Pero no sólo tengo notas de libros, sino que, durante un periodo empecé a escribir en hojitas sueltas cosas que se me pasaban por la cabeza. Algunas reflexiones resultado de conversaciones en terapia, otras cosas antes de ir a terapia cuando estaba pasando por mi último episodio depresivo, cartas que le he escrito a personas sin intenciones de entregarlas realmente. Muchas cosas son extremadamente tristes, otras solo son lo que tienen que ser, hay un par algo cursis. Decidí copiarlas y subirlas todas al blog personal, para no exponerme tanto, aunque no es como que alguien se pase a leer este blog en realidad, sea como sea, algunas creo que si las posteare en este espacio que tengo tan olvidado. 

lunes, 12 de octubre de 2020

Leer teoría

Nunca en toda la carrera pude realmente disfrutar un texto completo de teoría. Hubo textos que encontre amenos, sí, otros que me interesaron e incluso textos que en efecto me gustaron, pero el acto de leerlos no fue disfrutable. Los leía por obligación, los leía con prisas, los leía pensando en los otros miles de textos que aún tenía pendientes de todas las materias que tenía que llevar a la vez, los leía o intentaba leer poco antes de las clases para las que tenía que. En muchas ocasiones, demasiadas -más de las que debería admitir- no llegué a terminar de leerlos y por tanto de realmente entenderlos. A muchos les leí sólo la introducción, escaneé el contenido y leí completa la conclusión, quedándome con una idea y panorama general del texto, lo suficiente para emitir una opinión no tan desatinada en clases cuando me viera inevitablemente obligada a hacerlo. 

Estoy segura que mucho tiene que ver con el hecho de que cuando recién empecé la carrera estos textos se me presentaban como casi imposibles de entender. Me era en extremo difícil leerlos, nunca antes me había topado con este tipo de lectura. No sé si era culpa del sistema educativo, de las escuelas en las que estudié la preparatoria, o mía por la especialidad en ciencias exactas que llevé por el temor de no pasar el examen de admisión para la universidad por haber olvidado el lenguaje matemático. O igual simplemente era mi responsabilidad, o más bien falta de ella, al no haber buscado este tipo de lecturas durante el año sabático que tuve que tomar por mudarme a destiempo y no haber estado en el estado para la fecha del examen de ingreso. Sea como sea llegue a la carrera sin haber leído nunca un texto teórico, y llegué a la carrera con el temor de no pertenecer, y llegué a la carrera a toparme con que estos manejaban un lenguaje que me era ajeno, con términos que los profesores daban por sentado que podíamos entender, y que secretamente creía que en efecto todos entendían y disfrutaban menos yo. Hasta que tuvimos que trabajar por primera vez en equipo y vi casi romperse a una compañera porque le era imposible entender a qué carajos se refería Eco con una metáfora sobre algún experimento físico para explicar algo relacionado con la semiótica y el lenguaje. No entendimos ni el experimento, ni la metáfora y mucho menos el concepto. En ese entonces le agarré una fobia a Eco que conservo hasta hoy en día y creo que me voy a ir a la tumba sin leer ni uno sólo de sus libros.

Una vez terminada oficialmente la carrera dejé de leer por un tiempo. No fue una decisión, simplemente pasó y me frustraba mucho, parecía que lo único que pensé que nunca me iba a abandonar lo había hecho. Había escogido dedicarle la vida a la literatura y esta me había dado la espalda. Lo asumí como mi culpa; era mi castigo por seguir sin entender y disfrutar la teoría, era mi castigo por ser incapaz de terminar la tesis, por ser incapaz de escribir. No era digna de seguir leyendo. Por aquella época estaba profundamente deprimida por cosas que estaban pasando en mi círculo cercano, cosas que le pasaban a la gente que amaba y cosas que me pasaban a mí, y ahora entiendo que fue eso lo que me alejó de la literatura, pero en aquel entonces no lo sabía y lo tomaba como un castigo que, evidentemente, me merecía. 

En vez de buscar ayuda o ser vocal al respecto elegí callar, eso me llevó a soportar en soledad cosas que pudieron ser menos pesadas si las hubiera compartido. Por suerte no fui abandonada, mis amigos me fueron ayudando, sin la gente que estuvo a mi lado en esas épocas, de los cuales algunos siguen aquí, no hubiera llegado a ningún lado. En ese recuperarme logré conseguir un trabajo en la librería en que estoy y resultó que tenía permitido leer los libros que vendíamos gratis. Así, la literatura volvió a mi. 

Sí bien parte de mi vida estaba mejorando, había un punto importante que no resolvía. Algo de lo que me negaba a hablar y daba por perdido: la carrera. En mi interior seguía convencida que nunca serví para ello, y que era el mejor error que había cometido, pues a pesar de mi inhabilidad para escribir, sabía que si nunca la hubiera estudiado habría muerto cada día por dentro pensando en que había perdido lo único que podría haberme hecho feliz. No me arrepentía del sueño que fue la carrera, ni de los años en los que me esforcé, ni de las lecturas que había hecho, ni de la gente que había conocido, ni de cómo había forjado mi forma de pensar y ser. Simplemente asumía que nunca me titularía y de que estaba bien porque no lo merecía.

Iba pasando el tiempo y el reloj corría en mi contra. Cada vez la fecha máxima para entregar una tesis estancada en el primer capítulo y que ya ni siquiera intentaba escribir pero que estaba completa en mi cabeza se acercaba. Y yo me iba sintiendo peor. En esas estaba cuando me enteré de un curso de titulación de la facultad. A decir verdad pensé no tomarlo, sabía que la facultad lo daba porque necesitaba titular gente por el bajo índice de titulación, que era una medida para que la gente "como yo", incapaz, se titulara. La voz en mi cabeza que siempre me hacía ver lo poco que valía me estaba convenciendo y yo me encerraba a llorar en silencio para que mi roomie no se diera cuenta mientras me sentía profundamente miserable. 

A eso hay que sumarle que en esa época había peleado con una chica que durante mucho tiempo -casi diez años- había sido mi mejor amiga. Por como se dieron las cosas no podía evitar desconfiar de todos, pero por sobre todo sentirme sola. No confiaba ni en los demás ni en mí y la voz era lo único que siempre estaba ahí, por encima de todo. Yo sabía que esa desconfianza no era sana y que nadie se la merecía, una parte de mi, muy en el fondo peleaba contra ella. Así que hable con algunas personas, amigos de internet más que nada, gente que no me conocía en persona y nunca lo haría, por lo que extrañamente me hacían sentir menos expuesta y ellos fueron los primeros que me convencieron de tomar el curso. Luego hable con mi novia, quien igual me apoyó con entusiasmo, porque para ella titularme de esa forma no era el motivo de vergüenza que yo no podía evitar sentir sobre mí. Y entonces me atreví a platicarlo, de a poco, con mi círculo cercano.

Durante todo el tiempo que tomé el curso e incluso el mismo día de mi titulación estuvo la lucha en mi interior. A veces "ganaba" y me daba cuenta que los motivos por los que no pude llevar a cabo la tesis no eran una incapacidad mía, sino una serie de factores entre personales y de mi estado de salud mental durante esos duros años que me hacían imposible concentrarme, y a veces "perdía" y la voz se imponía, haciendome sentir como alguien que se iba a titular solo por pura suerte y que en realidad no tenía ningún merito ni las capacidades para hacerlo. Después de mi titulación me ocupe de cosas realmente importantes relacionadas con mi salud mental. Me mudé, y empecé a lidiar con el duelo emocional de perder una amistad tan importante, empecé a ocuparme de nuevo de mí.

Poco a poco e ido ganando fuerza, poco a poco estoy creyendo de nuevo en mí y en este proceso me topé con un libro que compré hace años. Un libro de teoría que capturó en su momento mi atención y que simplemente no pude entender y abandoné frustrada. Y ahora no puedo llegar a expresar la felicidad que realmente me dio no sólo por entenderlo, sino que fui capaz de genuinamente disfrutarlo. 

Este texto estaba destinado en realidad a ser una reseña sobre el libro, pero por lo visto mi subconsciente tenía planes diferentes para él. Y me alegra, porque sé que necesitaba hacerlo. En unos días intentaré hacerle una reseña otra vez, a ver si la memoria no me lleva de nuevo por otros caminos. Aunque si lo hace planeo volver a dejarme llevar, porque es agradable  retomar/reclamar/volver al lenguaje escrito.

jueves, 21 de febrero de 2019

La favorita. Reseña sin spoilers

En una habitación dos mujeres retiran una capa enorme de una con una corona, si el vestuario no lo ha dejado claro la ceremoniosidad lo hace;  está es la reina y quienes le quitan la capa son  simples sirvientas. Una tercera mujer se encuentra igual en la escena, su vestimenta, su porte y el hecho de que su papel hasta el momento halla sido el de observar, nos dan a entender que igual es importante. Al salir las sirvientas la reina busca la aprobación de esta mujer, es aquí cuando entendemos quién tiene el poder en realidad, cosa que se ve reforzada cuando la reina además de la aprobación pide algo y al no obtenerlo se da este diálogo:

–La amo pero eso no lo haré
–Si me amas...
–El amor tiene límites
–No debería

Entonces aparece el título de la película. 
En la siguiente escena la reina hace saber –a quién descubrimos es Lady Malborough– que le pretende regalar un castillo. Esto da lugar a un diálogo sobre la política del reino que nos enseña como espectadores un par de cosas importantes: el país está en guerra con Francia y la reina no tiene idea de cómo manejarlo, o lo que es lo mismo, las decisiones las toma lady Marlborough.

La elección de cuándo aparece el título no puede ser más que magistral; nos indica dónde estamos al inicio de esta historia; sabemos quién es la favorita y también de quién lo es. Y como todos sabemos; para tener una película debe haber algo que contar, debe existir un motivo de conflicto, que se presenta en el primer capítulo del filme: "Este barro apesta", que abre con un montón de gente apretujada en un carruaje. En el va una mujer que luce incómoda y de repente sonríe al hacer contacto visual con un pasajero que la ve fijamente, la cámara se enfoca luego en el rostro de ella, que pasa de la sonrisa a la incredulidad; no nos es difícil entender porqué.Así es como conocemos a nuestro tercer personaje importante; siendo nadie en un carruaje.

Este es el principio de "The favourite" de Yorgos Lanthimos, una película que me tiene fascinada. El guión, las actuaciones, la dirección, la fotografía, la música, el vestuario, en fin, todo en ella es magnífico. Tuve que ir a verla al cine y en realidad valió cada peso de mi boleto. Me gusta tanto que me encanta que este nominada a un Oscar a mejor película, aunque no crea ni una pizca en el galardón, porque sé que así recibirá más atención de la nula que tendría si no lo estuviera.

Yorgos me parece un excelente director; "Kynodontas", "The lobster" y "The killing of a sacred deer", que son las otras películas suyas que he tenido la oportunidad de revisar, me parecen trabajos fenomenales. Y si algo he notado en su obra, es que en ella repite un elemento: la tragedia. Sus personajes o son o pretenden ser importantes, y "el destino", que en realidad forjan ellos mismos, es lo que les lleva a la ruina. Pero que esto suceda en gran parte de su obra no quiere decir que no sea única cada historia que cuenta, pues tiene una enorme capacidad para desarrollar los personajes y sus situaciones.

La favorita me ha parecido hasta ahora lo mejor de su trabajo. Supongo que tiene que ver con mi debilidad por las historias en donde las mujeres son los protagonistas principales, y encontrar hoy en día una obra que presente un conflicto entre 3 mujeres en el poder, tres mujeres complejas, y no unilaterales es difícil. Claro que el punto adicional es la temática queer.

Aún tengo mucho que decir de esta película. Pero quise hacer esta entrada libre de spoilers. Además quiero volver a ver la película con calma, tomar notas y entonces redactar una reseña a fondo, porque siento que la película lo merece.

domingo, 10 de febrero de 2019

Cosas que me hacen bien

Llevo algo de tiempo con un proyecto que me hace sentir bien: hacer composta.

La cosa empezó porque en el patio de la casa en que vivimos ahora hay dos árboles, además de que la casa de atrás tiene un árbol muy pegado a la nuestra y algunas ramas desembocan allí igual, lo que lógicamente significó que el patio se llenara de hojas. Por decirlo elegantemente yo no soy precisamente la persona más ordenada que vayan a conocer, así que los primeros meses me tuvo sin cuidado el cómo el piso de concreto del patio adquirió un segundo nivel qué pasó del verde al amarillo para terminar en el café. A Karla –mi roomie– que es una freak de la limpieza tampoco le importó mucho, ella, a diferencia de mí no hace uso de esa parte de la casa, y es que, como carecemos de una lavadora funcional y de lavadero va a lavar su ropa a casa de sus padres, como foránea me es imposible, por ello lavo en cubetas cada que me veo obligada por la falta de ropa limpia.

El patio pudo convertirse en una selva, de no ser por la llegada de la temporada de lluvias. Mi ventana se encuentra en frente de uno de los árboles, por ello entra poca luz, lo cual no es realmente un problema, pero algo más empezó a colarse por la misma después de varios días de lluvia; un olor a podredumbre y descomposición, un olor de agua encharcada, un olor dulzón que me empezó a causar molestias y descubrí se intensificaba con la apertura de la persiana. Contra todos mis esfuerzos por evitar la fatiga me tuve que dar a la tarea de barrer el patio, no podía vivir con dicho olor. Lo que si me permití fue no sacar las hojas, para ello tendría que comprar bolsas negras y no estaba en la disposición económica para hacerlo, supongo que finalizaba la quincena. Opté por hacer un montón en una esquina lejos de mi ventana, dejando igual un poco de hojas en el tronco de cada árbol.

A partir de entonces cada que salía a lavar barría las hojas, acumulandolas y removiendolas en su esquina, no muy seguido claro está, pero lo suficiente para evitar que el olor se volviera a colar a mi cuarto. Un tiempo después noté una pequeña planta saliendo de las hojas acumuladas, lo que me dio ternura, aunque sabía que la plantita en cuestión no llegaría muy lejos; no tenía tierra en la cual crecer, supuse que sería de naranja agria, pues de eso es uno de los árboles y las naranjas caídas las barría igual al montón. En efecto la planta murió, pero al igual que ella fui viendo emerger y desaparecer unas pocas más, las condiciones para su nacimiento eran las adecuadas, no así para su permanencia y crecimiento.

Creo que fue ese el momento en el que surgió por primera vez la idea en mi mente, pero como en otras ocasiones lo dejé pasar: me supuso mucho esfuerzo. De todas formas seguí amontonando las hojas en la esquina, dónde ocasionalmente vertía un poco de agua. Un día mi roomie tomó la decisión de barrer el patio de en frente; tenemos allí dos árboles más, pero el constante ir y venir de Chispa –el coche de Karla– aunado a la falta de una barda frontal que contenga el viento, lograron evitar que en esta zona de la casa se produjera el desastre trasero. Uno llevo al otro y estuve a nada de quedarme sin mi montón de hojas, pero al barrerlas me sorprendí; sí bien hasta arriba había hojas secas y en medio hojas en descomposición, debajo de todo eso había tierra, y no culaquier tipo, era tierra negra con un olor limpio.

No voy a decir que no lo esperaba un poco, pero en realidad no creía que fuera a pasar, yo contaba con la decepción. Creí que solo encontraría basura, que el estar barriendo, removiendo y poniendo agua; o lo que es lo mismo haciendo un esfuerzo, así fuera pequeño, me llevaría a la nada usual. No fue así. Convencí a Karla de dejarme las hojas, le dije que haría composta, y ante su duda: "¿Qué harás con ella?", supe que en efecto lo haría, tenía la respuesta porque estaba determinada a llevar a cabo este proyecto. "Será un regalo, para tu mamá y para Michel", ambas mujeres aman las plantas.

Yo no podría mantener viva una planta ni aunque de eso dependiera mi vida. Soy incapaz de recordar y llevar acabo los pequeños cuidados que requieren, se me olvida que existen, cuando las suelo recordar es porque ya están muertas o van en camino, me deprime no poder cuidarlas y me vengo abajo. Este proyecto en cambio me ha ido animando cada vez un poco mas, me levanto en las mañanas y salgo al patio a remover lo que llamo "Mi tierra", aunque aún esté muy lejos de serlo.

La nutro con los desechos orgánicos de la casa, que diario surgen en buena medida por nuestros hábitos alimenticios. Cuando considero necesario la humedezca o agrego mas hojas. Me hace sentir bien llenarme de tierra cada mañana, saber que lo que hago es bueno, que funciona, lentamente, pero funciona, y que lo hará a pesar de mi, pero que es mejor conmigo. 

Más botellas

Las palabras cuestan.

Concebirlas, ordenarlas, escribirlas.

Esa última parte es la dolorosa.

El proceso para el nacimiento de un cuento, de un poema, de una novela varía, puedes escribir de una sentada todo, puedes por el contrario hacerlo en años. La crianza de los textos hasta su madurez, las correcciones después del parto pueden tomar más tiempo aún.

Escribir es comprometer. Al autor con el texto, al texto con el lector, al lector con el autor.

A veces los tres son la misma cosa. A veces los tres no podrían ser más diferentes. Lo que es seguro es que el contacto los mezcla, los cambia y ya no salen igual, aunque puedan creer que sí, dejan algo de sí y toman algo del otro, así el otro sean ellos mismo.

Eso va a pasar acá, de nuevo, he vuelto.

domingo, 28 de octubre de 2018

Apegos feroces de Vivían Gornik

En el arduo camino de la deconstrucción la evaluación del cómo nos relacionamos es fundamental. El primer y más grande vínculo entre mujeres es aquel que sé da entre madre e hija y ese es uno de los más difíciles por lo mismo de analizar. La carga social de la figura de la madre es enorme; la madre debe estar por sobre todo, la madre debe ser aceptada, querida y respetada independientemente de cómo sea, al grado de que no sería exagerado decir que su lugar es divino. Esta divinidad que genera distancia se encuentra dada no por una cuestión instintiva/biológica, porque la parte que entra de eso no está destinada a durar, esa acaba cuando el ser vivo puede valerse por si mismo, la omnipotencia entra en juego por el lado cultural o mejor dicho por el patriarcal.

Y es que "la madre" no existe. Ese ser idealizado que nos han vendido, ese ser puro y perfecto que nunca comete errores es un mito. No estoy diciendo que una mujer que haya tenido –o adoptado– un hijo y que le crié no esté ahí en realidad, ni que no quiera la mejor para este nuevo ser humano. Lo que digo es que ella misma forma parte de la especie y como tal comete errores, como tal tiene deseos, metas, sueños, como tal es, independientemente de el o los hijos. Cuando humanizamos a la madre o cuando está se humaniza se tiende un puente y una vez cruzado se entiende mejor.

Pero lograr esto no es fácil y menos cuando a pesar de tanto tiempo y de tantos estudios esta figura sigue en el inconsciente colectivo. Este es otro motivo para decir que necesitamos al feminismo: la deconstrucción nos lleva a eliminar eso que sobra, que es –en este caso– la etiqueta de madre. Quitar la etiqueta es poner el puente. Cruzarlo depende tanto de la madre como de los hijos, sí una de las dos partes se rehusa, solo quedará la comprensión y el estira y afloja desgastará los cimientos, pero no será suficiente ya para volver a la ignorancia, para dejar de ver a la madre como mujer, o para que ésta se deje de ver, al fin.

Este puente es el que construye Vivían Gornik en Apegos feroces. Una novela autobiográfica que me sacudió, y no sólo eso, me dolió, porque si bien las vivencias de Gornik no tienen nada que ver con las mías, la difícil relación con su madre dada por la lucha entre las ideas conservadoras de una y el feminismo de la otra me recuerdan que yo no he podido dar ese paso; que mi madre y yo somos islas cada vez más alejadas.

La voz narrativa de Gornik nos lleva a caballo entre las charlas que mantiene con su madre en el presente de la obra y sus años formativos en el Bronx. El libro es ameno, Gornik es capaz de analizar el pasado y su presente sin hacer uso de un lenguaje pesado, hace sentir al lector parte de esos paseos creando así una sensación de proximidad. Si la lectura se torna en algún punto agobiante es más que nada por la capacidad de Vivían de meter de lleno al lector en el pasado del que ella misma parece incapaz de desprenderse. Por eso es tal vez que al final el libro genera una herida; hemos estado con ella en el Bronx y hemos pasado por todo lo que vivió pero no nos llega la catarsis, no al finalizar la lectura al menos, la lectura es el comienzo, lo que viene es levantar un puente entre esa madre que olvidamos es mujer y nosotros.