sábado, 12 de septiembre de 2015

La muerte y los libros

El fin de semana pasado acompañé a mi mama a hacer el rezo de una persona que había fallecido en Cancún, pero de quien trajeron sus cenizas a Mérida para ponerlas en la cripta familiar. El último rezo antes de ir al panteón se hizo en la casa en la que creció aquí en Mérida, esa casa ya estaba destinada a la venta y de hecho ya tenía comprador, por lo que ya solo quedaban un par de sillones, y muy pocas cosas.

Cuando llegamos afuera de la casa habían revistas y un montón de libros, así nomás en la intemperie, supongo que eran de la persona fallecida, pues él y su mamá fueron los últimos en usar la casa antes de irse a vivir a Cancún -o eso nos dijeron-. Deberían llevar rato afuera, porque ya hacía varios días que no llovía y los libros se veían mojados y olían a humedad. Sé que pudo haberse visto como una falta de respeto, pero no pude resistirme a preguntar si podía revisarlos, principalmente debido a que extrañamente -al menos para mi percepción- la familia se veía tranquila, de hecho en algún punto parecían estar más bien de fiesta, que velando a un ser querido, igual pudiera ser que no querían preocupar a la señora, o que no estuvieran tan apegados al difunto, el punto es que su aparente tranquilidad me permitió pedir permiso para revisar en lo que a sus ojos era ya basura.

La mayoría de los libros estaban en un estado lamentable, la lluvia realmente había causado estragos en ellos, los que estaban bien, no mentiré, eran de temas que no llamaban para nada mi atención. Había principalmente libros de filosofía que cuestionaban la religión, cosa curiosa teniendo en cuenta que la familia trajo a mi mama desde Cancún para rezar en el funeral del señor. Entre los libros sólo uno llamo realmente mi atención, por suerte para mi era de los que se encontraban en mejores condiciones, así que lo tome y simplemente me lo llevé, nadie me dijo nada, de hecho nadie me presto atención una vez que me dieron permiso de esculcar la pila de libros.

Algo que no pude evitar pensar cuando vi eso fue mi propia pila de libros, y de ahí pasé a mi futura muerte. Los que me conocen saben que la muerte es un tema que me interesa y mucho tanto social, como creativamente, y saben también que debido a esto tengo una postura sino positiva, al menos natural de ella, no me asusta, ni me provoca sentimientos negativos. Extrañamente en esta ocasión si me llegó desde otro punto, y es que, siendo alguien que provee de un valor excesivo, tal vez -a los ojos de los demás al menos- a los libros, pues es a través de ellos que vamos formando gran parte de nuestra forma de pensar, y por lo tanto los que nos confieren identidad, me provoca un sentimiento de aversión y desagrado el que estos sean tratados como basura, y simplemente abandonados a la intemperie.

Al ver esa pila y saberla posesión del difunto, no pude evitar sentir que lo que esa familia tenía tirado allí, era el cadáver mental de la persona, es decir su verdadero yo. Entonces sí me causó dolor mi futura muerte, imagine mis propios libros tirados en el pavimento, llenos de moho, y pudriéndose por la exposición a la lluvia, el sol y el viento, mientras mi inútil cuerpo, que se encuentra destinado a la descomposición, estará en un bello ataúd, o en una bonita urna, en algún cementerio, en donde podrán ir año con año mis familiares. ¿Por qué es más importante un cuerpo que se pudrirá y se convertirá en polvo y en bichos que los libros que uno va acumulando y que van formándolo en la vida?

Yo creo que a mi se me honraría más leyendo mi Robinson Crusoe, que corresponde al final de mi primaria, con el que durante esos años fantasee con la idea de poder sobrevivir en una isla solitaria gracias al ingenio y a lo leído, y del que no entendí aparentemente nada en aquel entonces, pues no pude ver las críticas de Daniel Defoe hasta hace pocos años, pero que aún así releí y releí emocionándome igual cada vez en aquellas primeras lecturas. Me da un horror imaginar, por ejemplo, la lenta destrucción de Los bandidos de río frío, que me costó todo un semestre poder terminar, y que fue de los pocos libros que sí me comprometí a leer para la clase, o mi Divina comedia, que amé hasta que llegue al puto cielo, del que siempre me quejaré porque es aburrido hasta lo impensable.

Y no es que yo sea de los que toman al libro como objeto sagrado, aunque lo parezca con lo que he dicho hasta ahora, pues sí soy de las que subraya sus ejemplares, y también soy de las que presta sus libros arriesgándome a no volver a verlos, e incluso llego a olvidar a quién se los presté. Lo que pasa es que lo que me da horror es la muerte de sus contenidos, que al morir uno, sus libros mueran con él, nosotros somos finitos, para eso estamos, todos nos moriremos un día, pero un libro es infinito, no esta destinado a conocer la muerte, al contrario su misión es conceder la vida.

Bueno después de aburrirlos, si es que alguien leyó algo de esto :'D los dejo seguir con su día, y con su vida, y por favor dejen escrito o díganle a alguien que hacer con sus libros cuando se mueran pls, yo ya le dije a mi madre que si me llego a morir antes que ella (agregue un Dios no lo quiera para tranquilizarla un poco) los done, o los venda, o los regale, o se los de a mis amigos, porque uno nunca sabe.

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