lunes, 15 de octubre de 2012

¿Y la moraleja, dónde quedo?

Una pregunta que sin dudas dio vueltas en su cabeza, la moraleja no quiso existir, ella se la inventó... El autor, allí presente, solo sonrió mientras escuchaba los veredictos -es la eterna regla del taller, te encuentras obligado a ser una tumba hasta que ya todos han opinado-, los acostumbrados ya a su estilo sabemos que esta demasiado lejos de ser un moralista, que de hecho le molesta ser tomado como tal y como sabemos esto, dejamos ese detalle de lado a menos que el texto por si mismo la grite.

Ella en cambio, nueva en estos andares, no fue feliz hasta que encontró la moraleja, creo un dialogo con el texto y levantó opiniones contrarias, fue un cambio bueno por un lado, hace mucho que no se generaba un intercambio tan activo, pero por el otro me hizo darme cuenta que aun existen muchas personas como ella, que buscan en todos los textos encontrar un fin moral, una opinión determinada del  autor hacia algún lado de la balanza. No digo que este mal, solo digo que no siempre es así, la literatura no es un reclamo social, no busca que el lector termine con un juicio o re-valore su situación, al menos no siempre. La literatura puede ser en muchas ocasiones solo un espejo de la realidad, ya sea tal cual o ideológica  sin significar esto un juicio, si bien sabemos, gracias a la semiótica, que todo es signo, sabemos también que este puede ser denotativo o connotativo o lo que es lo mismo no todo tiene porque tener un significado más allá del original, esto estará siempre en manos del lector.

(Tenía atrasada esta entrada, el taller fue la semana pasada...)

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