domingo, 10 de febrero de 2019

Cosas que me hacen bien

Llevo algo de tiempo con un proyecto que me hace sentir bien: hacer composta.

La cosa empezó porque en el patio de la casa en que vivimos ahora hay dos árboles, además de que la casa de atrás tiene un árbol muy pegado a la nuestra y algunas ramas desembocan allí igual, lo que lógicamente significó que el patio se llenara de hojas. Por decirlo elegantemente yo no soy precisamente la persona más ordenada que vayan a conocer, así que los primeros meses me tuvo sin cuidado el cómo el piso de concreto del patio adquirió un segundo nivel qué pasó del verde al amarillo para terminar en el café. A Karla –mi roomie– que es una freak de la limpieza tampoco le importó mucho, ella, a diferencia de mí no hace uso de esa parte de la casa, y es que, como carecemos de una lavadora funcional y de lavadero va a lavar su ropa a casa de sus padres, como foránea me es imposible, por ello lavo en cubetas cada que me veo obligada por la falta de ropa limpia.

El patio pudo convertirse en una selva, de no ser por la llegada de la temporada de lluvias. Mi ventana se encuentra en frente de uno de los árboles, por ello entra poca luz, lo cual no es realmente un problema, pero algo más empezó a colarse por la misma después de varios días de lluvia; un olor a podredumbre y descomposición, un olor de agua encharcada, un olor dulzón que me empezó a causar molestias y descubrí se intensificaba con la apertura de la persiana. Contra todos mis esfuerzos por evitar la fatiga me tuve que dar a la tarea de barrer el patio, no podía vivir con dicho olor. Lo que si me permití fue no sacar las hojas, para ello tendría que comprar bolsas negras y no estaba en la disposición económica para hacerlo, supongo que finalizaba la quincena. Opté por hacer un montón en una esquina lejos de mi ventana, dejando igual un poco de hojas en el tronco de cada árbol.

A partir de entonces cada que salía a lavar barría las hojas, acumulandolas y removiendolas en su esquina, no muy seguido claro está, pero lo suficiente para evitar que el olor se volviera a colar a mi cuarto. Un tiempo después noté una pequeña planta saliendo de las hojas acumuladas, lo que me dio ternura, aunque sabía que la plantita en cuestión no llegaría muy lejos; no tenía tierra en la cual crecer, supuse que sería de naranja agria, pues de eso es uno de los árboles y las naranjas caídas las barría igual al montón. En efecto la planta murió, pero al igual que ella fui viendo emerger y desaparecer unas pocas más, las condiciones para su nacimiento eran las adecuadas, no así para su permanencia y crecimiento.

Creo que fue ese el momento en el que surgió por primera vez la idea en mi mente, pero como en otras ocasiones lo dejé pasar: me supuso mucho esfuerzo. De todas formas seguí amontonando las hojas en la esquina, dónde ocasionalmente vertía un poco de agua. Un día mi roomie tomó la decisión de barrer el patio de en frente; tenemos allí dos árboles más, pero el constante ir y venir de Chispa –el coche de Karla– aunado a la falta de una barda frontal que contenga el viento, lograron evitar que en esta zona de la casa se produjera el desastre trasero. Uno llevo al otro y estuve a nada de quedarme sin mi montón de hojas, pero al barrerlas me sorprendí; sí bien hasta arriba había hojas secas y en medio hojas en descomposición, debajo de todo eso había tierra, y no culaquier tipo, era tierra negra con un olor limpio.

No voy a decir que no lo esperaba un poco, pero en realidad no creía que fuera a pasar, yo contaba con la decepción. Creí que solo encontraría basura, que el estar barriendo, removiendo y poniendo agua; o lo que es lo mismo haciendo un esfuerzo, así fuera pequeño, me llevaría a la nada usual. No fue así. Convencí a Karla de dejarme las hojas, le dije que haría composta, y ante su duda: "¿Qué harás con ella?", supe que en efecto lo haría, tenía la respuesta porque estaba determinada a llevar a cabo este proyecto. "Será un regalo, para tu mamá y para Michel", ambas mujeres aman las plantas.

Yo no podría mantener viva una planta ni aunque de eso dependiera mi vida. Soy incapaz de recordar y llevar acabo los pequeños cuidados que requieren, se me olvida que existen, cuando las suelo recordar es porque ya están muertas o van en camino, me deprime no poder cuidarlas y me vengo abajo. Este proyecto en cambio me ha ido animando cada vez un poco mas, me levanto en las mañanas y salgo al patio a remover lo que llamo "Mi tierra", aunque aún esté muy lejos de serlo.

La nutro con los desechos orgánicos de la casa, que diario surgen en buena medida por nuestros hábitos alimenticios. Cuando considero necesario la humedezca o agrego mas hojas. Me hace sentir bien llenarme de tierra cada mañana, saber que lo que hago es bueno, que funciona, lentamente, pero funciona, y que lo hará a pesar de mi, pero que es mejor conmigo. 

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