Una noche que mis dos mitades peleaban
a puertas y ventanas abiertas
el frío se coló dentro de mi,
arrastrándose y en silencio.
Bien pudo haber entrado
con bombo y platillo por todo lo alto
nadie lo habría notado,
nadie lo habría parado,
ni siquiera yo,
que temía que algo
peligroso de verdad
entrara, y me devorara
que algo se llevara mi alma
y me quedara sin nada.
En medio de tanto odio
de altos decibeles
no sabía,
o preferiría aun no saber
que ya era tarde para el miedo
pues el frío a partir de ahora
lo envolvería todo.
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